[Episcopal News Service] El Rdo. Rafael Zorrilla no podía creer que su teléfono funcionara para hacer esta llamada.
Pero Zorrilla, canónigo del Ordinario de la Diocesis de Puerto Rico, se las arregló para compartir con Episcopal News Service su experiencia sobre la isla, que fue devastada por el huracán María el 20 de septiembre y al parecer la desconectó del resto del mundo desde entonces.
La necesidad más urgente ha sido la comunicación. Comida, agua potable, albergue y gasolina también se necesitan desesperadamente, pero hasta ahora ha habido poco éxito en compartir esas necesidades.
“Tendría que haber vivido en 1942 para entender lo que es vivir aquí ahora. No hay correo electrónico, ni internet ni teléfonos la mayor parte del tiempo”, dijo Zorrilla a Episcopal News Service desde su casa en San Juan cerca del centro diocesano.
“Puerto Rico está sufriendo mucho ahora mismo. Lo estoy experimentando personalmente, no vamos a tener electricidad al menos en seis meses. Hay muchísimos daños. Muchísimos daños”.
La espera de cuatro horas para conseguir gasolina era frustrante, pero Zorrilla sabe que hay situaciones mucho peores. Miles de personas se han quedado sin hogar, dijo. Un miembro del personal diocesano le contó que tuvo que caminar durante cinco horas y media para ver cómo estaban sus padres. Estaban bien.
El huracán María no fue sino el último de una serie de tormentas tropicales que azotaron Estados Unidos y sus territorios. La temporada ciclónica del Atlántico en 2017 se ha presentado como una de las más destructivas de la historia reciente, en que los huracanes Harvey, Irma, José y María han causado enormes daños desde Texas a Florida, pasando por Georgia y el Caribe, según la Agencia Episcopla de Ayuda y Desarrollo.
Cuando María azotó Puerto Rico, era una tormenta de categoría 4 con ráfagas sostenidas de hasta 297 km. por hora, el huracán más potente que azotara la isla en más de 80 años. El nivel de precipitación fue de 38 a 63 cm, con 100 cm o más en algunos lugares, según el Centro Nacional de Huracanes.
“Algunos puentes y carreteras han quedado completamente destruidos”, informo el centro.
Una vez que se disponga de transporte, muchas personas podrían marcharse de la isla para siempre.
El Rdo. Tim Núñez, canónigo del Ordinario en la Diocesis de Florida Central, dijo que su zona, particularmente el Condado de Osceola, ya había visto un aumento de la población hispana, de la cual muchos son puertorriqueños, debido a la precaria economía de la isla. “Esperamos que venga una oleada masiva de puertorriqueños a Florida Central”, dijo Núñez. “Con los huracanes, probablemente se acelerará”.
Basándose en el número de vuelos programados, el gobierno puertorriqueño calcula que unos 2.000 [isleños] llegarán diariamente a Estados Unidos continental en un futuro próximo una vez que se restablezcan los vuelos, dijo el Rdo. José Rodríguez, rector interino de la iglesia episcopal de Jesús de Nazaret en Orlando.
“Va a causar un éxodo masivo de Puerto Rico”, declaró Rodríguez a Episcopal News Servicie. La primera oleada va a ser de niños y de estudiantes universitarios. Es algo muy puertorriqueño el enviar a los hijos por delante”.
Rodríguez es también el capellán episcopal de la Universidad de Florida Central. El centro de estudios acordó otorgar matrículas [sin coste] a estudiantes universitarios puertorriqueños, expresó.
El Rdo. P. Juan Ángel Monge, sacerdote a cargo de la iglesia episcopal de Todos los Santos [All Saints’ Episcopal Church] en Lakewood, Nueva Jersey, tiene un hijo que vive en Puerto Rico con su pareja y un bebé de 3 meses. En Facebook, Monge pidió ayuda para conseguir alimento, agua y transporte para el Hospital HIMA•San Pablo en Bayamón, el cual cuenta con electricidad a partir de generadores, porque el bebé necesitaba entubación para respirar. El mismo día, la familia llegó sana y salva al hospital, gracias a la ayuda de la diócesis, el clero, su familia y otras personas que vieron su post y lo compartieron. “Él está ahora en cámara de oxígeno y respirando por sí solo. Gracias a todos, gracias a Dios, ¡Bendiciones y paz¡”. Escribió Monge el 25 de septiembre.
La Rda. Gladys Rodríguez es sacerdote en la iglesia de La Encarnación [Church of the Incarnation] que se encuentra en Oviedo, en las afueras de Orlando, Florida. Ex actriz en Puerto Rico y ordenada en Orlando en enero, Rodríguez puede ministrar en Estados Unidos y Puerto Rico. Su esposo está en la isla, mientras su hija vino a Orlando antes del huracán. Uno de los miembros de su iglesia tiene esposa e hijas en Puerto Rico.
“La triste historia es que personas en Orlando que tienen familias en Puerto Rico, a las que no pueden llegar ni por celular ni por avión, están desesperadas. En La Encarnación, tratamos de darles esperanzas predicándoles consuelo con las promesas de Dios para nosotros”, dijo Rodríguez a Episcopal News Service.
Pero la ayuda está en camino. Alguna ya estaba allí o cerca antes de que María azotara la isla.
Embarcaciones de la Agencia Federal para la Administración de Emergencias (FEMA, por su sigla en inglés), cargadas con más de 1,3 millones de raciones de comida, 2 millones de litros de agua, 30 generadores de electricidad y 6.000 catres estaban rumbo a St. Thomas, a la espera de que se abrieran los puertos y tuvieran permiso [para atracar], según un informe de FEMA del 21 de Septiembre. FEMA también situó mercancías en su centro de distribución y almacén en San Juan, Puerto Rico, antes de la tormenta. Artículos tales como comidas, agua, catres y mantas estaban listos para la distribución en el Estado Libre Asociado a solicitud.
La Agencia Episcopal de Ayuda y Desarrollo también envió apoyo de emergencia al comité diocesano de emergencia antes de que el huracán María llegara a San Juan, sabiendo que las comunicaciones se estropearían y los sistemas correrían peligro. Las autoridades retrasaron la distribución debido al caos, pero el permiso se espera pronto. Miembros del personal de la Agencia Episcopal de Ayuda y Desarrollo han podido esporádicamente intercambiar mensajes de texto con miembros de la diócesis de Puerto Rico.
El Rvdmo. Rafael L. Morales Maldonado, ordenado obispo diocesano de Puerto Rico hace poco más de dos meses, creó un plan con el personal diocesano, dijo Zorrilla. Durante la tormenta, protegieron con planchas de madera lo que pudieron y se fueron a pasar la tormenta con sus familias en sus hogares. El 25 de septiembre, estaban removiendo los árboles caídos en el centro diocesano, que tiene electricidad a partir de un generador pero ninguna capacidad de comunicación. Se reunieron para formar un equipo de evaluación. Se proponen dirigirse el 27 de septiembre a zonas específicas de la isla, para llevar artículos de primera necesidad e inspeccionar las misiones, parroquias y hogares episcopales.
“Les llevarán artículos básicos a los feligreses y recogerán inventarios de las necesidades del clero y los feligreses. También documentarán los daños físicos a iglesias y estructuras”, escribió Morales en una carta publicada en Facebook, el 25 de septiembre. “Mucha fe, Dios está con nosotros y nosotras. Ánimo”.
La catedral de San Jaun Bautista en San Juan está prácticamente indemne, dijo Zorrilla.
Pero tres iglesias episcopales cercanas no resultaron tan afortunadas. [El viento] les arrancó los techos y la lluvia inundó los interiores. Debido a esa inundación, Zorrilla y Morales presidieron un oficio religioso el 24 de septiembre en el estacionamiento de la iglesia episcopal de Santa María Magdalena en Levittown. Hasta ahora, él no ha tenido noticias de lesiones o muertes de ningún clérigo o feligrés, pero el tiempo dirá mientras las evaluaciones siguen su curso.
La furia de María no tuvo paralelo, dijo Zorrilla.
“Los ruidos eran espantosos, la fuerza del viento. Lo que vi, nunca antes lo había visto, y hemos experimentado otros huracanes antes porque vivimos en el trópico”, afirmó. Esto fue tan descomunal. La fuerza de la naturaleza fue increíble”.
El 26 de septiembre, el último día de la reunión de la Cámara de Obispos en Fairbanks, Alaska, los obispos aprobaron por unanimidad una resolución para mostrar su apoyo. La resolución se dirigía no sólo a Puerto Rico, sino también a otras zonas afectadas por desastres naturales.
“Nos comprometemos a tomar las decisiones adecuadas en nuestras diócesis para educarnos a nosotros mismos y a nuestra gente acerca del cambio climático, y para abogar en pro de políticas y acciones para reducir los dañinos impactos medioambientales que han sido un factor en las recientes tormentas en ‘esta frágil tierra, nuestro hogar insular’”, afirmaron los obispos en la resolución, en la cual citaban la Plegaria Eucarística C del Libro de Oración Común.
La Agencia Episcopal de Ayuda y Desarrollo ha aprendido muchísimo, especialmente después del Katrina, para manejar esto, dijo el Rdo. Michael Hunn, canónigo del Obispo Primado para el ministerio dentro de la Iglesia Episcopal, a los obispos que asistían a la reunión de Fairbanks. Pero puede afirmarse —frente a las necesidades de Texas, Florida, Georgia, las Islas Vírgenes, la República Dominicana, Haití y Puerto Rico— que el sistema está desbordado”, afirmó Hunn.
“Esto va a ser un proceso de recuperación prolongado, y vamos a necesitar que todos trabajemos juntos”, expresó.
También en la reunión de Fairbanks, el Rvdmo. Eugene Taylor Sutton habló acerca de la relación de compañerismo que su diócesis de Maryland comparte con Puerto Rico, una asociación que comenzó hace aproximadamente dos años.
Él esperaba profundizar esa relación en la reunión de la Cámara de Obispos, de ahí que le entristeciera que el obispo puertorriqueño no pudiera asistir debido al huracán María. La Diócesis de Maryland ha estado pidiéndoles a sus congregaciones que donen a los empeños de socorro, y Sutton se propone asistir a la convención puertorriqueña en octubre.
“Quiero ir con regalos, y tal vez un gran cheque”, dijo Sutton.
Las donaciones monetarias serán las más útiles y pueden hacerse a través de la pagina de donaciones de la Agencia Episcopal de Ayuda y Desarrollo, la cual desglosa diferentes vías de donaciones y brinda opciones más específicas. Existe también una sección para que las iglesias impriman paginas insertas a sus boletines a fin de que sus congregaciones hagan donaciones.
Zorrilla dijo que muchas casas son de concreto y resistentes a los huracanes, pero sospecha que hay incontables casas que no resistieron. Es difícil precisarlo ahora mismo. Después de las evaluaciones que comienzan esta semana, tendrán una idea más clara respecto a lo que se enfrentan como diócesis.
Un representante de la Agencia Episcopal de Ayuda y Desarrollo con extensa experiencia en desastres llegará [a Puerto Rico] el 2 de octubre. Él apoyará a la diócesis en llevar a cabo evaluaciones y en planear estrategias acerca de la próxima fase de la respuesta. Como resultado de los actuales retos en infraestructura y comunicaciones, él lleva teléfonos de comunicación satelital y el equipo pertinente para colocarlo alrededor de la isla.
“La Agencia Episcopal de Ayuda y Desarrollo está trabajando muchísimo con nosotros. No nos sentimos solos. Nos sentimos plenamente apoyados”, dijo Zorrilla.
No obstante, “las oraciones son realmente necesarias ahora mismo y toda la ayuda que la Iglesia pueda enviarnos, porque estamos verdaderamente necesitados”.
— Amy Sowder es corresponsal especial de Episcopal News Service. Ella también es periodista y redactora independiente radicada en Brooklyn, Nueva York. La Rda. Mary Frances Schjonberg, jefa de redacción interina, y David Paulsen, redactor y reportero, ambos de Episcopal News Service, también colaboraron con este artículo. Traducción de Vicente Echerri.